ASOCIACION PRO MUSICA

AMADEO L. SALA

ARTICULOS

 
 

AMADEUS


Lentamente el pentagrama se fue levantando de su página blanca, hasta acercarse a
las manos y la pluma, del pequeño músico adormecido sobre las teclas del piano.
Un piano anciano, que notaba sus años, en un tono amarillento de sus notas blancas y
unos pequeños raspones, en los costados de las negras.
El cuerpo, medio inclinado del casi dormido niño, iba y venía en un extraño bamboleo,
como si la música lo hubiera poseído. El sueño le podía, pero aún así, se resistía a
dejarse vencer por ese sueño profundo que hacía que sintiera como vértigo en
derredor suyo. Profundo y electrizante, envolviendo en una melodía armoniosa unas
notas pequeñas. Tan pequeñas como el pequeño niño que las acariciaba con suspiros al
ritmo cadencioso de sus manos. Y ellas lloran despacio la melodía tenue que va
surcando el viento, que le roza la boca ...fa, mi, fa, sol, sol, re, do, la, mi …
Poco a poco se sitúan en acordes y pausas, que son suyas ahora y al posarse,
descansan de ese dulce camino.
Parece que no hubiera pasado ni un minuto, mientras se dibujaban con los toques
precisos de las manos del niño, que aún está inclinado sobre ese gran piano, que
parece que abraza su sueño pequeñito.
Respira … otra vez respira en un lento silencio, de lo que ha concluido.
El pentagrama vuelve a su blanco papel, para quedarse escrito.
Al fondo de la sala la puerta se entreabre:
– ¿ Amadeus ?
– ¿ Padre ?
– ¿ Dormías ?
– No padre, que era sólo un sueño
– Sigue tocando hijo, tienes que practicar. Se que es duro ejercicio y se te
hace aburrido, pero eso te hará grande, ¿ lo entiendes Amadeus ?
– Si padre, ahora mismo sigo.
Al mirar hacia arriba, ve que la partitura está llena de notas, de las que no recuerda
su dibujo. El no las ha pintado, casi estaba dormido.
Parecen en reposo, descansadas, como si hubieran estado andando mil caminos, y
ahora reposaran en el regazo dulce y alegre, de los sueños de un niño.
Se sitúa de nuevo. Erguido, predispone las manos, se concentra y toca su piano, como
si hubiese alas que empujasen sus dedos.
Mira la partitura, sólo de vez en cuando. Aún recuerda su sueño, que es esa melodía
que se va deslizando por todos los rincones de la sala, acariciando el aire que respira
su cuerpo y que escucha el murmullo de su sangre cuando late su corazón henchido.
Y dos pequeñas lágrimas,vestidas de ternura, brotan muy despacito de los ojos del
niño.

Augusta Santana Hernández

     
   
 
 
     
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