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VICENTE DOMARCO, EL VIOLINISTA ITALIANO

Recuerdo a mi padre, y su pasión por la música. Aunque eran tiempos especialmente difíciles, siempre supo mantener vivo el interés hacia todo lo relacionado con la música, inquietud y sentimiento que transmitió, y a través de los años, a toda la familia.

Su autentico apellido italiano era Dommarco, pero con los años fue perdiendo una de las consonantes, quedando Domarco, tal vez porque se prestaba a confusión en la mayoría de los obligados tramites burocráticos.

Llegó a España desde el sur de Italia, procedente de un pueblo de la Bahía de Nápoles.  En su familia siempre hubo un magnifico ambiente musical, ya que la mayoría de sus componentes tocaba algún que otro instrumento musical.

Comenzó a tocar el violín a muy temprana edad, siendo a los 11 años un virtuoso violinista comprometido ya con la música.

Fijó su residencia en Novelda, donde montó una empresa comercial, y contrajo matrimonio. Por motivos profesionales, y del Comercio, un día tuvo noticias de que en Alicante había llegado una Compañía de Variedades de origen húngaro.Conociendo la fama de los violines que se fabricaban por toda aquella zona europea, se entrevistó con uno de los músicos húngaros que tocaba el violín y le propuso un cambio de violines, el suyo por el húngaro, añadiendo además una cantidad de dinero adicional, dado el valor del instrumento musical de procedencia húngara. El valioso instrumento se conserva en la familia, valorado por un Luthier de Valencia por una cantidad considerable.

Por las tardes y en Novelda, mi padre iba a menudo a tocar a una Residencia que había en la esquina de la Glorieta, donde se encontraban acogidos unos ancianos frailes con los que jugaba al ajedrez, recibiendo de los mismos clases de inglés comercial para defenderse en su empresa. Cuando se cerró dicha Residencia, regalaron a mi padre un cuadro de la Dolorosa, copia exacta de la valiosa pintura que tenían en la Capilla, en agradecimiento por las tardes tan placenteras que les hizo pasar mi padre tocando el violín.

Años mas tarde, un grupo de amigos afincados en Novelda, la mayoría aficionados, formaron una pequeña orquesta llamada Orquestina Diez , que dirigía el Maestro Vicente Diez, llamado el organista.

Con la Orquestina iban a actuar en todos los actos sociales donde requerían su presencia, viajando a los pueblos cercanos, Monóvar, La Algueña, Elda…, actuando en Alicante en diversas ocasiones, ya que cuando necesitaban refuerzos de violín buscaban a los músicos de la provincia que mas destacaban.

Normalmente solían tocar música ligera, repertorios bailables en el templete de los jardines del Casino de Novelda, y en el salón de los mismos en la llamada “sesión vermut” del mediodía, y en atardeceres de verano.

Por aquel entonces, año 1950, y en Monóvar, actuaba con gran éxito la Orquesta Cheri, por lo que, y muy a menudo, pedían soporte de instrumentos de cuerda para completar sus repertorios orquestales, recurriendo frecuentemente a mi padre y amigos músicos para actuar en las galas y fiestas de verano que se presentaban, donde recorrían la mayoría de pueblos del Medio Vinalopó.  

Siempre recordaré el día de Santa Cecilia en Novelda, en el que la mayoría de músicos asistía a la misa, y a la salida, los amigos de mi padre venían a casa donde ya mi madre tenia preparada, y en la mesa del comedor, un aperitivo que consistía en una “paloma” y almendritas fritas salpicadas de sal fina. Vicente el organista decía siempre: “ xe!, Càndida!, aquestes almetlles fregides, de Cucuch, són les millors del món!!”.        

Independientemente de que su delirio por la música clásica albergara la mayoría de grandes compositores, había uno en especial que le apasionaba extraordinariamente, Richard Wagner. 

La fascinación de mi padre por este compositor y su música, le llevó a asistir en Barcelona, y haciendo un gran sacrificio económico, (ya que hablamos del año 1955, años de posguerra), a dos representaciones, Tristán e Isolda y Parsifal, de las cuatro que la compañía alemana Bayreuth llevaba programadas, siendo propietarios de la misma los nietos de Wagner. Más tarde nos enteramos de que fue la única salida que realizó dicha Cia. fuera de Alemania, llevando las óperas Tristán e Isolda, Parsifal, Lohengrin y las Walkyrias.

Como cosa anecdótica se comentó en su momento el malentendido que hubo entre los responsables del Liceo, y los nietos de Wagner en la ejecución de las obras, cerrando toda posibilidad de efectuarse allí los Festivales de Música del compositor, dramaturgo y teórico musical alemán.

La actitud de los nietos de Richard Wagner fue tan especialmente impositiva, que ya nunca se recordó volvieran a actuar en parte alguna.

El año pasado hice un viaje a la Bahía de Nápoles, la costa Amalfitana, con la ilusión de conocer los orígenes de mi familia paterna, y entender la pasión de mi padre por Wagner, y me encontré con la ciudad de Ravello, y Villa Rufulo. En aquel idílico lugar pasó Wagner largas temporadas gozando de su extraordinario clima, componiendo asimismo gran parte de su obra, Parsifal.

En medio de tanta belleza comprendí la admiración que sentía mi padre por Wagner, y su música, la misma que despertaba entre los visitantes de Ravello, y siempre por el músico y gran compositor, Richard Wagner.

 

Este In Memoriam, ha querido ser un recuerdo personal de mi hermana Cándida, y mío propio, a Vicente Domarco,  nuestro querido padre.

Mª del Carmen Domarco Cola

     
   
 
 
     
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